Desperté esta mañana a la misma hora de todos los días. Antes de pararme de la cama, trate de abrir mis ojos pero se cerraron por el exceso de luz que entraba por la puerta. El despertador sonaba mientras yo hacia ese ruido de los recién levantados, ese chasquido con la boca que nos define el momento y nos impide la vuelta al sueño. Baje mis pies descalzos al frío del suelo y a tientas busque mis pantuflas. Atine e inserte mis pies en ese par de pantuflas fieles que siempre me llevan a donde voy en las mañanas.
Me puse de píe, mis ojos ya estaban mas abiertos que antes. Me dirigí a la cocina, sabia que mi esposa me estaba preparando desayuno. Camine hasta esa cocina de baldosas blancas y limpias a pesar de los años y salude a Gabriela, mi esposa. Se volteo hacia mi con esa sonrisa corta y sencilla que siempre me ha fascinado. Luego, respondió mi saludo diciendo: Buenos días, ya me estabas haciendo falta por aquí. Siempre me dice eso cuando tardo en levantar. Acto seguido me sirvió el desayuno, huevos fritos. Me beso antes de que empezara a comer y me dijo: Eres todo para mi, sin ti no existe lo demás.
Termine mi desayuno y agradecí a mi esposa por ese gesto de aprecio que era para mi el desayuno en la mañana. Me dirigí al baño, me bañé y luego me lave los dientes mirándome fijamente a los ojos en el espejo. Por un segundo pude ver que existía, que ocupaba un lugar en el mundo.
Di el ultimo escupitajo de crema dental y emprendí mi salida de la casa. Me despedí de mi esposa, la bese en los labios y le dije que la amaba y que volvería para almorzar.
Salí a la calle y estaba convulsionada como siempre, estaba llena de gente. Empecé entonces a caminar, debía llegar a tiempo a atender el puesto de café en los Campos Elíseos. Camine hacia la estación de buses mas cercana y en el camino, sentí que de repente, todo estaba desolado, Sentí como si yo fuera el único en la acera.
Veía pasar gente, pero también veía como me ignoraban, como me evitaban. Parecía como si yo fuera invisible. Atravesé las masas siendo nadie, atravesé las masas siendo sin ser.
Luego lo vi a el en el suelo, vi como me miró a los ojos haciéndome sentir que existía de nuevo. Luego leí su letrero, decía así: Con las monedas que sobran en sus bolsillos me ayudan a mi, a olvidar el hambre de la soledad. Le entregue un par de monedas que flotaban en mi bolsillo y vi como agacho su cabeza en agradecimiento por mi caridad.
Seguí caminando y nadie me toco, nadie me miro, No miré a nadie. Llegue a la estación donde se detiene el bus que me lleva al trabajo. Volví a existir cuando le pague el pasaje al conductor. Al bajarme del bus le agradecí y recordé el esfuerzo de la persona que iba sentada a mi lado por no tocarme cuando fui a salir del asiento.
Volví a existir por tercera vez en el día cuando llegue al puesto de café y salude a mi compañero. Trabaje toda la mañana, existí para todos mis clientes. Salí a la una del local y repetí el mismo proceso de llegada pero en reversa. No existí para nadie, el mendigo que me necesitó ya no estaba donde había estado.
Camine reflexionando en medio de los árboles, me sentí infinitamente pequeño. Había muchos como yo caminando entre las hojas !que triste es que ninguno se determina con alguno¡.
Luego, arribe a mi hogar. Salude a mi esposa con un beso muy largo y especial. Me dijo que me amaba y que me había extrañado. Yo la mire y le respondí: ¿Sabes amor? solo existes cuanto te necesitan.
-Existes-
Excelente!!!!
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