Vivir es el mejor castigo al que me han condenado. Vivir es sentir y jugar a la misma vez, es apostar todo y no arriesgar nada. Vivir es despertarse en la mañana y no mirar la hora. Eso es vivir.
Todo es un juego, una ruleta rusa disfrazada de destino. Algún día tendremos que disparar. No se yo cuando llegara mi turno, pero sé que si me salvo en el primero de mis turnos, en el segundo la bala si saldrá disparada a mi cabeza destapando la tapa de mis sesos y volando en pedazos mi existencia.
Y por más trágico que suene lo de la ruleta rusa, debemos aceptarlo, el revolver siempre tendrá el tambor lleno. Lo mejor de todo, es que hay una bala para cada uno de nosotros.
Pero saben que. No me importa si mí destino ya esta escrito, no me importa si muero mañana, no me importa nada. Porque estoy en ese estado perfecto en el que me siento flotar por ahí sin mas.
Es que hay días así. Días tan crueles y sucios que nos despiertan de ese sueño profundo en el que nos aislamos por temporadas. Y en la mañana, cuando despertamos, nos damos cuenta que nada tiene solución. Así que, ¿Para que preocuparse?
No le veo sentido a la pregunta. Es más, lo veo todo mas poético y apreciable. Mi habitad despertó hoy con el pie derecho. Escribir en un carro a 140 kilómetros por hora escuchando Radiohead, es la mejor manera de esperar mi turno en el juego que a todos nos toca jugar.
Todo se mezcla, los árboles al lado de la carretera, las montañas, las nubes, las personas, el asfalto, el pasto, las rejas, todo. Otra vez vuelve a mi la alquimia de los colores. Pero en este caso, soy yo una de esas personas que viaja en el carro que funde su color con los demás. En este caso, soy yo un paisaje pasajero y casi imperceptible. En este caso, no importo yo ni lo demás, porque voy en la carretera persiguiendo mi destino de la mejor manera en que puedo hacerlo.
Si sigo esperando de esta manera, que vengan a mi el 2012 y el nuevo orden mundial, que vengan gobiernos a impedirme libertades, que venga el Apocalipsis, que venga mi turno en la ruleta..
Hoy no tengo miedo.
Si sigo así, no me temblaría la mano al coger el revolver o al tomarme una dosis de cianuro. Porque si lo hago, estaré feliz de haber vivido mi condena de la mejor manera que pude y con las mejores personas que pude haberla vivido.
¡Bum!
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