Hemos creado una falsa imitación de Cristo y de Dios,
nuestro presente es la mistificación de lo mundano y de lo banal. Hemos creado
nuevas maneras de rezar vía satélite y nos hemos ido hundiendo en un fango al
que solo le interesa la producción, la masificación y el mercado. Nuestras
metas, hoy, olvidan el objetivo de todo gobierno, la felicidad, y se concentran
en la riqueza material, en el éxito profesional y en la admiración de terceros.
De hecho, me parece que solo nos concentramos en una pequeña porción de la
foto, un pequeña esquirla, un pedacito de vidrio que nos hace sangrar pero que
aún así veneramos.
Y es que de eso se trata todo en este mundo moderno que se
rige por una economía esclavista, se trata de crearnos problemas para luego
solucionar y luego tener más problemas solo para mover el mercado. Nos basamos
en la el flujo constante de la deuda monetaria sentimental en la que vivimos.
Lo peor y lo mas triste de todo es que nuestra pirámide social anula a la
bondad como parte de la solución a nuestros sintéticos problemas y la reemplaza
con dinero. Aquí y ahora la vida tiene una marca y un precio.
El ruido de la industria retumba en todos nuestros oídos
desde el momento en que nacemos. Sabemos que nos espera, a todos, un mismo fin,
la búsqueda de un trabajo que nos de dinero, una esposa, una familia , una
televisión para enceguecernos y un computador con Internet para sentirnos parte
de algo. Al nacer, aún estamos
puros y sensibles al mundo y a medida que vamos creciendo soñamos y divagamos
con infinidad de cosas que probablemente no se harán realidad y en cambio se
queden en el estante ominoso de los estúpidos sueños que nunca nos atrevimos a
realizar. A cambio de ser uno mas del montón entregamos nuestra chispa y
nuestro aliento, a cambio de nuestro éxito entregamos la felicidad. El problema
de una sociedad ultra productiva y ultra industrial es que vivimos en eterna
competencia entre unos y otros, pisoteándonos cada vez que sea necesario para que solamente alcancemos
un escalos mas en de esa inútil gloria que se nos vende en las propagandas y
realities de televisión.
Nuestro mundo moderno es un lugar inhóspito lleno de ciegos
que no quieren ver y lleno, también, de oportunismos crueles e innecesarios.
¿Cómo es posible que exista toda una industria al través de la muerte? Es un
juego con los sentimientos de las personas ¿cómo es posible que se dejen morir
s a nuestros semejantes de hambre, mientras otros viven en la cultura obesa de
la comida rápida? Nuestra sociedad nos pone en un ataúd desde que nacemos, solo
porque somos una pieza más, un diente del engranaje en el mecanismo. Somos
materia y no humanidad.
Vamos apilando basura sobre basura, para así, supuestamente,
alcanzar la felicidad. Un
televisor nuevo, una casa mas grande, un carro mas lujoso, hijos estudiantes de
medicina y paf, alucinantemente, felicidad. Vivimos engañados, ignorando que
para la riqueza material de unos la pobreza y la miseria de otros es necesaria.
Por esto es que las cárceles, los hospitales, las calles y los manicomios
existen y están llenos, por culpa de un sistema opresivo y egoísta que pone por
encima de el bien común la admiración de quien se viste de cura pero nos castiga con su infierno.
El mundo entero y hasta el universo lo tenemos bautizado y
supuestamente, bajo control. No nos hemos cansado de talar árboles hasta el
exterminio de las selvas ni de
desplazar poblaciones indígenas o ver morir de hambre a pueblos tan
humanos como nosotros. Nuestra “civilización“ quiere más, no le vasta con
terminarlo todo de una vez y dentro de nuestros propios límites si no que
tenemos que errar todas las veces que sean necesarias y posibles para seguir
sin darnos cuenta. Somos un grupo de cavernícolas con aparatos tecnológicos que
nos han desviado del rumbo. El supuesto progreso busca el equilibrio de la
misma forma en que día a día buscamos la paz con armas.
Al final terminamos manchando todo con nuestro egoísmo. Es posible que la vida en su
majestuosidad no haya quedado grande y acabemos perdiendo una guerra que solo
nosotros mismos creamos.
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