lunes, 1 de abril de 2013

Materia Y Humanidad


Hemos creado una falsa imitación de Cristo y de Dios, nuestro presente es la mistificación de lo mundano y de lo banal. Hemos creado nuevas maneras de rezar vía satélite y nos hemos ido hundiendo en un fango al que solo le interesa la producción, la masificación y el mercado. Nuestras metas, hoy, olvidan el objetivo de todo gobierno, la felicidad, y se concentran en la riqueza material, en el éxito profesional y en la admiración de terceros. De hecho, me parece que solo nos concentramos en una pequeña porción de la foto, un pequeña esquirla, un pedacito de vidrio que nos hace sangrar pero que aún así veneramos.

Y es que de eso se trata todo en este mundo moderno que se rige por una economía esclavista, se trata de crearnos problemas para luego solucionar y luego tener más problemas solo para mover el mercado. Nos basamos en la el flujo constante de la deuda monetaria sentimental en la que vivimos. Lo peor y lo mas triste de todo es que nuestra pirámide social anula a la bondad como parte de la solución a nuestros sintéticos problemas y la reemplaza con dinero. Aquí y ahora la vida tiene una marca y un precio.

El ruido de la industria retumba en todos nuestros oídos desde el momento en que nacemos. Sabemos que nos espera, a todos, un mismo fin, la búsqueda de un trabajo que nos de dinero, una esposa, una familia , una televisión para enceguecernos y un computador con Internet para sentirnos parte de algo.  Al nacer, aún estamos puros y sensibles al mundo y a medida que vamos creciendo soñamos y divagamos con infinidad de cosas que probablemente no se harán realidad y en cambio se queden en el estante ominoso de los estúpidos sueños que nunca nos atrevimos a realizar. A cambio de ser uno mas del montón entregamos nuestra chispa y nuestro aliento, a cambio de nuestro éxito entregamos la felicidad. El problema de una sociedad ultra productiva y ultra industrial es que vivimos en eterna competencia entre unos y otros, pisoteándonos   cada vez que sea necesario para que solamente alcancemos un escalos mas en de esa inútil gloria que se nos vende en las propagandas y realities de televisión.

Nuestro mundo moderno es un lugar inhóspito lleno de ciegos que no quieren ver y lleno, también, de oportunismos crueles e innecesarios. ¿Cómo es posible que exista toda una industria al través de la muerte? Es un juego con los sentimientos de las personas ¿cómo es posible que se dejen morir s a nuestros semejantes de hambre, mientras otros viven en la cultura obesa de la comida rápida? Nuestra sociedad nos pone en un ataúd desde que nacemos, solo porque somos una pieza más, un diente del engranaje en el mecanismo. Somos materia y no humanidad.

Vamos apilando basura sobre basura, para así, supuestamente, alcanzar la felicidad.  Un televisor nuevo, una casa mas grande, un carro mas lujoso, hijos estudiantes de medicina y paf, alucinantemente, felicidad. Vivimos engañados, ignorando que para la riqueza material de unos la pobreza y la miseria de otros es necesaria. Por esto es que las cárceles, los hospitales, las calles y los manicomios existen y están llenos, por culpa de un sistema opresivo y egoísta que pone por encima de el bien común la admiración  de quien se viste de cura pero nos castiga con su infierno.

El mundo entero y hasta el universo lo tenemos bautizado y supuestamente, bajo control. No nos hemos cansado de talar árboles hasta el exterminio de las selvas ni de  desplazar poblaciones indígenas o ver morir de hambre a pueblos tan humanos como nosotros. Nuestra “civilización“ quiere más, no le vasta con terminarlo todo de una vez y dentro de nuestros propios límites si no que tenemos que errar todas las veces que sean necesarias y posibles para seguir sin darnos cuenta. Somos un grupo de cavernícolas con aparatos tecnológicos que nos han desviado del rumbo. El supuesto progreso busca el equilibrio de la misma forma en que día a día buscamos la paz con armas.

Al final terminamos manchando  todo con nuestro egoísmo. Es posible que la vida en su majestuosidad no haya quedado grande y acabemos perdiendo una guerra que solo nosotros mismos creamos.  

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