Aún falta tiempo para las doce
y de manera terminal
las dulces luces del retorno
ya queman con su energía.
El plastico incinera y se derrite
mientras las ampollas se llenan de sangre,
La espera del salvador otra vez se repite
y los suicidios en esta ciudad siguen en aumento.
Gota a gota el plazo se vence
y la piel flagelada hace ulcera en el alma.
Las soledades se extienden por este cementerio antes verde
y las compañías transfiguran en pesebres.
Los camellos desidratados se ahogaron
en los espejismos del desierto,
el horizonte se pinto muy claro
y al final solo hubo muros y aceras.
Todo gris,
gris frío y pálido.
No quedaron más estrellas,
una a una, apuñaladas, las colgaron en el árbol.
No hay más, ni una sola,
ni siquiera luna, ni siquiera auroras.
Y ahora que solo resta sentarse a esperar,
yo no, yo no estoy devastado.
Yo aquí en mi indiferencia
no abandono la zona de confort
y entre unos murmullos de fe, sé,
que los suicidios siguen aumentando en navidad.
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