domingo, 5 de mayo de 2013

Adiós vieja amiga. Adiós.


De mi infancia puedo decir que siempre tuve una guitarra sonando dentro de mi, una pequeñita y deliciosa guitarrita de cualquier color. El día en que la empecé a notar no le dije nada a nadie y supuse que era algo normal que yo no entendía del mundo de los adultos. La seguí escuchando un tiempo y finalmente me acostumbré, siempre en silencio, disfruté.
Recuerdo que la época en que entré al colegio  me preguntaba si todos los otros niños también escuchaban música en sus cabezas. Me intrigaba saberlo, al fin me parecían todos iguales. Nunca le comenté nada a mis compañeros y fui creciendo asumiendo que ellos también tenían pequeños instrumentos incrustados en su memoria. En los recreos de mi época escolar me gustaba mirar a los otros niños y ver si por sus caras se escapaba, de casualidad, alguna chispa de música, y sí, de todos ellos salían figuritas que yo no veía pero que sabia que estaban allí.
Algunas veces pensé que debía preguntarles a mis padres si ellos también tenían lo mismo que yo, sin embargo no lo hice y también supuse que si tenían música en sus cerebros.
Poco a poco fui creciendo y a medida que el pastel de cumpleaños acumulaba más velas, la música se hacía cada vez más difícil de escuchar. Olvidé seguir preguntándome si los demás tenían música en ellos y así como vino una día la guitarrita, se fue.
Hoy en la mañana me desperté y lo primero que escuché fue el despertador, no mi cabeza. No escuché nada dentro de mí y hasta intenté cerrando mis ojos muy fuerte para ver si allá en el fondo quedaba algo de música pero no, no quedaba. Mi novia me dice que no me preocupe por eso, que seguramente es un recuerdo inventado, sin embargo yo sé que alguna vez el sonido estuvo dentro de mí. Mi novia, también me dice que me apure que voy a llegar tarde a la cita con el jefe de su empresa para ver si me da trabajo.

Adiós vieja amiga. Adiós.